Esta casa es el refugio que protege de los fuertes rayos del sol, aunque con el paso de los años ha cambiado su fachada y mejorado en sus comodidades, siempre será la que reúne a la numerosa familia en verano y la casi solitaria en los inviernos.
Al otro lado del puente se divisa la escuela rural, tras la curva 15 kilómetros nos separan de Constitución. El día pasa rápido: caminatas en días lluviosos o calurosos, siempre expectantes de que cosa nueva nos deparará la vía, la bocina del tren nos alerta del peligro, lo esquivamos y decimos chao a los viajeros que se tambalean rumbo a la costa.
Cuántas veces habremos ido y venido a la estación para esperar al visitante, despedirlo o simplemente para pasar el día aguardando la noche.
Paseo obligado: la piscina, subir el cerro por un agotador camino para comenzar el descenso entre ramas donde apenas se vislumbra el sendero y así llegar a la caída de agua, tan helada que solo los valientes se dan un chapuzón, el resto admiran el paisaje.
Sea verano, otoño, invierno o primavera, la compañía y la naturaleza se quedan en nuestras retinas.
A través de los años diversas caras han pasado por este campo, inevitablemente no volveremos a ver a muchos, cada encuentro es irrepetible, hemos crecido, emigrado, vuelto a encontrarnos, pasado por “casas club”, asados, peleas, amores, todo esto en días con sabores más dulces que amargos.